miércoles, 11 de junio de 2008

Tumbado

Un año atrás cavé mi tumba. Aún hay tierra bajo mis uñas, llagas en la palma de la mano, polvo en la mirada.
Hacía calor, mucho más que este verano. Estaba cansado, agotado. Un año atrás era un año más viejo. Los hombros vencidos, la mirada inclinada, el precipicio más cercano. Un año atrás el clima era agobiante, bochornoso. Transpiraba. Lagrimeaba. Un año atrás no era feliz, tampoco infeliz. Un año atrás no pensaba. Un año atrás tan sólo inhalaba y exhalaba. Cuánto costaba ponerse a andar, resultaba tan cómodo echarse y transcurrir… Doce meses atrás sostenía desganado mi propia pala.
Las temperaturas eran sofocantes, casi no lograba respirar; sonreír quitaba el aliento. Salir a vivir era una pesadilla, postrarse en un coma era casi como soñar. Tumbarme en mi propia tumba no parecía un mal plan. Rigor mortis era mi crema facial. Tan sólo un año atrás. Sólo quería dar dos pasos y comenzar a volar (mentira: la idea era levitar).

Creo que de hecho salté. No sé bien cómo ni cuándo, pero salté. Creía que al vacío, o tan sólo lo imaginé. Quiero creer que salté. Me abalancé sobre la nada y una corriente de aire caliente me hizo flotar.
Empecé a subir… Y a bajar. A mayor y a menor velocidad. Logré controlarme y casi sin pensarlo allí estaba, volando una vez más. El corazón se aceleraba (aún latía) los ojos pestañeaban (aún miraban), las manos rozaban el aire (aún acariciaban), el pelo… (nada, que casi no tengo).
Anduve así un rato largo. Alcancé una gárgola y a ella me aferré. Tomé asiento en una estrecha cornisa y allí anidé. Muchos metros más abajo la vida montaba su numerito. Ni comedia ni drama: más bien un vodevil cutre de cabaret de medio pelo. Observé un buen rato, me colé por una ventana, descendí por unas escaleras y salí a la calle a seguir buscándome la vida.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo que a todos en mayor o menor medida nos pasa constantemente. Chocamos, nos tomamos nuestro tiempo para darnos cuenta de lo que pasó, para reponernos, para que cicatricen las heridas y luego seguimos adelante ... y así debe ser ... esas cicatrices sirven para darnos cuenta de que vivimos, de que pasamos cosas malas pero que se superan para luego sentirnos mejor y seguir avanzando.

Como yo lo veo las malas experiencias no son malas, solo son experiencias y nos sirven como punto de comparación para valorar el resto. No hay justificación para no ser felices. Solo deberíamos permitirnos un tiempo, un pequeño paréntesis, para volver a ser felices.

Cuando finalice mi vida no quisiera mirar hacia atrás y citando palabras de J.L. Borges decir: "He cometido el peor de los pecados, NO HE SIDO FELIZ". Eso no me lo perdonaría y creo que nadie debería.

Eso es lo que día a día me prometo y me obligo a hacer y hasta ahora me lo estoy cumpliendo. Espero que todos lo intenten.

Hasta aquí el monólogo de hoy, bermouth con papas fritas y ... GOOD SHOW!!!

Anónimo dijo...

Nuevamente perdón, es que no me acostumbro al tema de los comentarios anónimos, el comentario anterior es mío.

Un abrazo,

Marcelo.

jll dijo...

Marce, sos un grande...y me hiciste recordar al gran Tato!!

Unknown dijo...

Soy la autora de tus heridas, las vivo todos los días, las recuerdo y quiero repararlas. No van a desparecer, siempre quedarán cicatrices pero serán sólo la huella de un tiempo pasado en el que uno de los dos perdió la cabeza. ¿De que habría servido este episodi? Para que cuando la pierdas vos mi amor, yo pueda sostenerla.