jueves, 29 de mayo de 2008

Buscaba luces en la noche…



Dos pasaportes: uno válido, otro no tanto. Un diccionario de sinónimos y antónimos… Una pila de facturas (pagas), recibos de sueldo, monedas sueltas y tornillos sueltos. Unas botellas de Malbec esperando su oportunidad. Esos son los únicos testigos.

Resistencia es la palabra clave. Nos pasamos la vida aceptando putadas, forradas, insultos, maltrato y dolor, sin oponer resistencia. Así están dadas las cosas; para qué combatir, si parece imposible cambiar el curso.

Somos ciudadanos de un ejército sin rumbo, acatamos órdenes y soportamos directivas. Soldaditos de plomo que sólo desertamos cuando se trata de sonreír, amar y besar. Nuestra única resistencia es la fuga hacia dentro de los cuarteles, hacia la seguridad de las tiendas de campaña, donde no pasamos ni frío ni calor y dormimos con placidez.

Intentemos una noche -cualquiera- asomarnos a la luna, encender una fogata, pasar un poco de frío y escuchar una guitarra flamenca con los ojos cerrados… Abrazarnos, besarnos y encontrar luces en la noche.

jueves, 22 de mayo de 2008

paparazzi

Paparazzi, autoridades, cowboys manchegos, vistilla, mojito...
A ver si me explico mejor: me alegra que haya sucedido :)

viernes, 16 de mayo de 2008

pucha


A veces es mejor simplificar.
Decir poco, lo justo.
“Permiso”, tal vez.
Es más simple.
Más eficaz.
Preferible.
Superior.
Mejor.

Porque por lo general nos liamos y tendemos a rellenar espacios.
A intentar justificar los silencios con risas, bromas, tristezas, palabras y más palabras. Una sucesión de falacias, promesas, comentarios, explicaciones, elogios, críticas y debates superfluos. Una mancomunidad de sujetos, verbos y predicados sazonados con alegorías, comparaciones, adjetivos y adverbios. Un sinnúmero de excrementos verbalizados que pueden corromper con su gramatical hedor la pureza del silencio.
A veces es mejor dejar de pensar estas estupideces y estar más atento al trayecto que recorremos. Tantas cavilaciones distraen y confunden:


Nos llevan a confundir la senda,
(bajaré en la próxima parada)
a equivocar el camino,
a perder el rumbo.
‘Pucha, me pasé’
A extraviarnos.
“Permiso...”

miércoles, 14 de mayo de 2008

Taxi libre

Conducía taxis desde hacía poco más de diez años, no era feliz y se notaba. Cuando era un niño soñaba con ser piloto de aviones, cumplir alguna misión importante… Un guión creado en su adolescencia que lo transformaba en aviador civil. Conocería el mundo entero; con mayor exactitud, el planeta femenino. En cada ciudad viviría historias fantásticas, se enamoraría de una morena francesa…

-Sandrine.
-¿Perdón?
-Mi nombre es Sandrine…
-Ah, perdón, encantado, soy Marcelo.
Él acababa de recuperar el bolso de ella luego de forcejear con un ladronzuelo que había intentado pillárselo en el pasillo que conducía a los excusados de la Terminal A. El fracasado ladrón era apenas un joven que se asustó al ser sorprendido. Marcelo no había recurrido –tampoco había sido necesario- a ninguna acción valerosa, pero en el incidente ella tropezó y cayó al suelo. Él juntó los objetos desparramados, con discreción los reubicó dentro del bolso y tras ayudarla a reincorporarse, le entregó sus cosas.
Cuando ella se puso de pie, su excitante (de qué otro modo describirla) anatomía se transformó en el único paisaje. No basta con detallar los vericuetos sensuales y concretos del cuerpo de aquella morena para entender: su esencia, su mirada, su yo eran subyugantes e irradiaban un halo sexual.
-Debo agradecerle, de verdad.
-Por favor, no fue nada… ¿Estás bien? ¿No te golpeaste?
-No, estoy bien, muchas gracias…

Odiaba detenerse a recargar combustible. Ineludiblemente, algún chofer lo reconocía e intentaba darle charla en la estación de servicio. Era un tipo hosco, que realizaba el trámite con celeridad y volvía a su universo: trasladar pasajeros, sufrir algún robo y dar vueltas por la ciudad. Prefería trabajar de noche, durante el día la cantidad de autos y la competencia eran excesivas.
En el último trayecto había descendido un hombre en avenida Directorio, faltaba mucho todavía para completar su turno. Cuatro, cinco semáforos después, dos chicas que iban a bailar subieron al coche.
Había resultado un mal guión su vida, un monótono nudo con una mala introducción y previsible desenlace. A veces soñaba que protagonizaría una gran historia una de estas noches, pero hacía tiempo que era consciente de lo contrario…


-Sandrine… ¿Lindo nombre, de dónde sos?
-Senegal… pero vivo en París desde los ocho años… ¿y tú?
-Buenos Aires, aunque hace tiempo que no estoy por ahí…

Las dos chicas bajaron en la esquina, en el barcito al lado de la bailanta. De inmediato subieron tres chicos, que habían decidido ir a tomarse unas cervezas a algún otro lugar. Los alcanzó por 10 pesos, pese a que el viaje era por más plata, estaba acostumbrado a esos mangueos…

-Dicen que es una hermosa ciudad, la cuna del Tango.
-¿Lo bailaste alguna vez?
-Más o menos…
-Me encantaría tener la oportunidad de enseñarte, sería un placer. (De verdad sería un placer tener contacto con esa piel).

Era una jornada afortunada, los viajes se sucedían sin descanso.
-Voy hasta Avellaneda y Fragata Libertad, en Caballito. ¿Te ubicás?
-Si, perfecto… ¿Vamos bajando por Rivadavia, está bien?
-Diez puntos.
Era otro tramo largo, en una linda noche, relajada.


-Entonces, nos encontraremos a las 19 en el bar del lobby del Charlton. Cualquier problema, pregunta por Madame Levine…
-Perfecto, allá estaré.
Las próximas horas serían eternas, sólo podía pensar en esa piel morena, en esa contundencia física. Se dirigió a su hotel, nada mejor que un buen descanso acompañado por una bebida fresca en la cama, para mitigar la ansiedad de una noche de tango francés.

Desciende el último pasajero y consulta la hora: ya queda poco para terminar su jornada. “…y ahora que estoooy, freente-a-ti, parecemos, ya vesss, dos extraños…” Suenan los últimos compases de un tango; apaga la radio haciendo girar la presilla del volumen hasta escuchar un ‘click’.

-Has resultado ser un excelente bailarín… (La interrumpe con un beso) Hum… eso tampoco ha estado nada mal (ella le devuelve el beso a él).
-¿Tenés habitación en este hotel?
-Sí… (Vuelven a besarse)
-Subamos. (En el ascensor, en los largos pasillos… El camino hacia la habitación del Charlton Hotel sufre apasionadas interrupciones. Llegan a una puerta numerada: la ‘2052’. Ella coge del mismo bolso que los había presentado esa mañana una llave magnética. La puerta se abre tras un ‘click’).

miércoles, 7 de mayo de 2008

París

// Barajas-Charles de Gaulle //

Hay lugares y momentos a los que preferiría no volver.

(Me compré un cactus el otro día. Dicen que da mal feng shui o algo de eso, pero no creo... ¿Por las espinas? Demasiado obvio para creerlo.) Luego de este ‘coitus interruptus cotidianus’ retomo el pensamiento original.

Hermosa ciudad París. Su arquitectura, sus avenidas, sus grises… No he visto decadencia urbana más bonita que la parisina.

Un bello y cansado gris que se resiste a ser negro. Que sueña y cree ser blanco. Un gris plomizo, un gris aperlado, un gris mugriento, un gris cansado. Un gris agotado, como de fin de época.

Siempre me siento un extraño allí. Un polizón inadvertido que poco a poco, lentamente, se funde en su tonalidad. Los colores palidecen y dan paso a la memoria, una sucesión de polaroids de promesas rotas.

Hay falsas fotos de falsas alegrías. Hay dolorosas lecturas sobre dolorosos amores. Hay solitarios paseos de solitarias parejas. Desunidos caminos andados de la mano. Una grisácea escenografía perpetua que perpetúa ajados recuerdos.

Regresaría una y mil veces a París. Porque al encontrarla recuerdo aquellos lugares a los que prefiero no volver.

//Orly –Barajas//

ikea

Rarito

Yo y mi manía de apuntar cosas, guardar papelitos, tomar notas sobre todo y sobre nada. ¿Qué hago? ¿Lo tiro a la basura? Vamos a comenzar por transcribirlo.

Veamos… Es una servilleta de papel de una cervecería, recuerdo haber pedido prestado un bolígrafo a la chica de la barra. Tres mujeres me comentaban un seminario sobre personalidades al que habían asistido. Los detalles y circunstancias no vienen al caso ahora mismo, obviaré el cómo y el por qué una noche cualquiera uno termina tomando notas y guardando en un bolsillo un papel casi ilegible… Sólo mencionaré el registrado ‘nonecálogo’ (no creo que exista esta palabra, pero la utilizo porque el seminario trataba sobre las supuestas nueve personalidades en que está dividida la humanidad).

A continuación, el (incompleto) decálogo:

1. Perfec.
2. Argentino
3. Vanilla Ice
4. Envidia
5. Rarito
6. Miedo =/
7. Samba
8. Poder
9. Madre Teresa

SIC. Un gran ‘sic’ para el listado anterior. Sólo recuerdo que una de ellas decía ser un 6; otra (tal vez) un 4; ‘ella’ era un 3 y yo un 5: el rarito. No había participado de seminario alguno, dos de ellas apenas me conocían, pero ni lo dudaron. Parece que tengo un cinco grabado en la frente.

* * * * *

Abro paréntesis.
(Me asomo a mi terraza. Observo el cielo, busco la luna y fracaso. Encuentro un reloj en la azotea de un hotel que intermitentemente informa: 19º / 23:47. Bajo las escaleras; Joao Gilberto y su guitarra coinciden conmigo: “Eclipse de luna en el cielo, ausencia de luz en el mar…”)
Cierro paréntesis.