martes, 18 de noviembre de 2008

Ecos

Tengo una vida con ecos.
Reminiscencias, reflejos de otros días. Una reververencia, un reflujo de otro yo y otras ellas conviviendo entremezclados. Mi memoria no disecciona; tampoco me atrevo a disecarla. Renuncio a controlarla, rechazo ser indemnizado por un dios abandonado que se limita a vagar con sus pintas andrajosas: túnica sucia y grisácea, un tanto desflecada y esa barba de tres siglos que huele a incienso barato. Denuncio esos mundos y sus inmundos lodazales con hipócritas insectos, corruptos animales y hediondos vegetales.
Abrazo ese astillado madero que flota impasible, testigo de mis naufragios.
Escucho una sonrisa: camino hacia allí sin saber si la he imaginado; desconozco si voy rumbo a un pasado replicante, hacia un eco de mi subconsciente o si me estoy dirigiendo a Lisboa y mi presente.